Page 79 - Un paseo por el espacio
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Los ingenieros de los años 60 idearon vehículos tripulados extremadamente especializados, como los módulos lunares, que no necesitaban regresar a la Tierra. Su única función era llevar a los astronautas a la superficie de la Luna y devolverlos después a las cápsulas que los transportaban a casa. No necesitaban tener un aspecto aerodinámico, ni estar equipados con un escudo térmico protector. En cambio, sí debían tener unas patas para posarse en el suelo de la Luna y espacio para transportar experimentos, trajes espaciales e incluso un pequeño rover lunar para desplazamientos en el exterior.
Finalizada la carrera lunar, el punto de atención se desplazó a la órbita terrestre, donde otro tipo de vehículo tripulado empezó a abrirse paso. Hablamos de las estaciones espaciales, verdaderas casas orbitales donde los astronautas pueden pasar días, semanas y hasta meses. El Skylab americano o las Salyut soviéticas fueron la primera incursión en este campo, donde aprendimos a estudiar aspectos hasta entonces desconocidos, como la psicología del vuelo espacial de larga duración, el deterioro de la biología humana debido a la exposición prolongada a un ambiente de ingravidez, etc.
Las primeras estaciones espaciales fueron una revolución. Por ejemplo, el interior del Skylab era muy grande. Tenía varios pisos y
permitía una gran libertad de movimientos a las tripulaciones que sucesivamente lo ocuparon. A pesar de todo, su vida útil sería limitada, ya que los recursos almacenados a bordo antes del despegue
(comida, agua, oxígeno) eran también limitados. Tenía un compartimento para la basura, una cocina, zona de trabajo y experimentos, WC e incluso una especie de bañera hermética para la higiene personal. No faltaban los habitáculos-dormitorio, sistemas para ejercitarse y una consola de control
¿QUIÉN...? 05 general, así como un telescopio solar, material para
experimentos, cámaras, etc.
En el exterior, el Skylab tenía un radiador para disipar el calor, así como un escudo contra los micrometeoritos. Durante su lanzamiento, uno de los paneles solares resultó arrancado, como también el escudo, de modo que el laboratorio se convirtió en el primer escenario de reparación a gran escala de la era espacial. Afortunadamente, se instaló un parasol, se abrió el segundo panel y el Skylab pudo gozar de una vida fructífera durante el período en que permaneció ocupado.
Las Salyut eran más pequeñas, y además, de dos clases. Las Almaz eran militares, y las DOS, civiles, aunque ambas recibieron el mismo nombre. A lo lar- go de su historia fueron protagonistas de diversos récords de permanencia y presenciaron la llegada de decenas de cosmonautas soviéticos y de otros paí- ses del Bloque del Este. Su configuración evolucionó poco a poco: desde un módulo principal único equi- pado con un solo puerto de atraque para las Soyuz, hasta la estación de dos puertos que, además, podía recibir naves de carga Progress. Gracias a ello, estos laboratorios del cielo podían prolongar su funcionali- dad durante largo tiempo. Las Salyut fueron escena- rio de paseos espaciales e innumerables experimen- tos. Más espartanas que el Skylab, tenían a pesar de eso todo lo necesario para una vida productiva de sus tripulaciones, que se iban turnando.
La última de las Salyut, rebautizada como Mir, fue
la estación orbital más exitosa de la URSS. Además, 79 fue la más grande, ya que era un complejo modular.
Como un rompecabezas, la Mir recibió hasta cinco módulos adicionales, que ampliaron grandemente
sus capacidades. Tenía equipos específicos para
producir electricidad, para generar oxígeno y para
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